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Roma, 2 de abril de 2005. Coincidiendo con el fallecimiento y funeral de Juan Pablo II, y antes de la elección de Benedicto XVI, Víctor Karoski, un sacerdote asesino comienza a matar y torturar a varios cardenales, posibles candidatos al papado. La inspectora Paola Dicanti, junto a su compañero el subinspector Maurizio Pontiero, el sacerdote y ex oficial de inteligencia Anthony Fowler y el policía vaticano Fabio Dante deben atrapar al asesino sin que el mundo sepa lo que está sucediendo. Es una sorpresa encontrar una primera (a veces segunda...) novela bien estructurada y escrita, como esta. El autor recurre, como es habitual en los thriller, a la conocida distribución de capítulos alternos: uno para la policía, otro para el criminal, el pasado, la prensa... Lo que distingue esta novela de otras es que el autor tiene una prosa clara, casi visual, quizá previendo la adaptación cinematográfica, en que utiliza abundantes símiles y acciones que muestran sin explicar demasiado, las personalidades de sus principales protagonistas. El autor consigue dar vida, tensión y dramatismo a capítulos que consisten en un intercambio de frases entre el asesino y sus diferentes médicos en el centro en que permanece internado sin necesidad de recurrir a descripciones o indicaciones. Si bien el argumento contiene temas polémicos y terribles que van desde la pedofilia en el clero, los tratamientos a que se les somete para curarlos o los asesinatos con tortura, el autor utiliza un tono casi frío, distante, para relatar los hechos, sin recurrir al morbo fácil o al gore (excepto ocasionalmente), limitándose a relatar los hechos. A lo largo de la novela, sobre todo al comienzo y con la aparición de la periodista española Andrea Otero, se recurre a un sentido del humor sutil e inteligente y a un ingenio fácil y nada forzado. Por ejemplo, en las últimas páginas, durante el relato de la elección de Benedicto XVI, se alude a alguien que presenció las votaciones y se comenta que algunos cardenales (justo los asesinados) estaban algo ausentes durante la votación. Pasajes como las mencionadas conversaciones de Karoski con sus médicos, el monólogo interior de la policía Paola Dicanti ante una de las víctimas, o cuando Andrea Otero abandona la sala de prensa y debe decidir si abandonar sus principios, son de las mejores de la novela junto al efectivo momento del alzacuello en la última parte de la novela. El autor recurre también a varias notas al pie para dar cuenta de cuales de los hechos que relata son reales, en un tono entre divulgativo y de denuncia que puede ser, o no, oportunista, pero no deja de interesar. La trama de la novela es sencilla, con las oportunas sorpresas de última hora que pueden asombrar, aunque hay un momento en que el autor da una pista muy clara que hace prever algunas identidades y motivaciones bastante antes (cientos de páginas) del desenlace, sin que esto quite mérito a una historia ágil, inteligente y entretenida. Quizá el motivo de los asesinatos está muy utilizado, siendo más interesante la técnica de despiste que hace pensar que se trata de algo diferente. Personalmente me sobra la subtrama de que Paola Dicanti atraiga, sin pretenderlo (y a veces de forma demasiado grosera), a todos los hombres que la rodean, o algunos momentos de tono romántico, quizá porque se le dedica más espacio del habitual en el género y distrae de argumento, al tiempo que alarga la tensión, quizá uno de los motivos para incluirlos, además de ampliar el tipo de lector@s. El final abierto hace sospechar quién va a protagonizar la siguiente novela del autor, que ya ha comentado que, efectivamente, contará con alguno de los personajes de Espía de Dios. En resumen: Bien escrita, bien desarrollada, con más que adecuada descripción de personajes y un final coherente. Por encima de la media.